Recordando Mirall trencat, de Mercè Rodoreda...
Una torre decadente de estancias elegantes y envuelta por árboles señoriales, hogar de una familia de clase alta. Pero también un símbolo de vida y de muerte. Es en esta misma torre donde nace y muere el amor entre María y Ramón, dos hermanos que durante largo tiempo ignoraron serlo.
Una torre decadente de estancias elegantes y envuelta por árboles señoriales, hogar de una familia de clase alta. Pero también un símbolo de vida y de muerte. Es en esta misma torre donde nace y muere el amor entre María y Ramón, dos hermanos que durante largo tiempo ignoraron serlo.
Al enterarse de su parentesco, presa de la rabia y el dolor, Ramón abandona la mansión dejando a María sin fuerzas para seguir adelante. Ella, esclava de su pasión y títere del sufrimiento, se lanza a los brazos de la muerte, expeliendo su último grito cuando su débil cuerpo de niña es atravesado por el tronco del laurel que reposa sereno en el patio… apuntando siempre al cielo con desafío…
A partir de entonces, poco a poco el vacío se va apropiando de la mansión. El silencio susurra en cada rincón. Y la torre se va convirtiendo en un baúl lleno de recuerdos de un tiempo perdido, de una juventud acabada y de una familia separada… de los despojos de unas vidas que estuvieron llenas de muerte y que ahora descansan bajo un cielo azul, infinito.
Se rompe así una realidad ficticia que quedará perdida en el tiempo pero conservada en el lugar más profundo del corazón de todos aquellos que a través del espejo de Mercè Rodoreda hemos disfrutado contemplándola...
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