sábado, 23 de mayo de 2009

Donde habite el olvido...



"Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,

Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido"

Luís Cernuda



Aún estaba en el instituto cuando descubrí este poema. Me acuerdo como si fuera ahora de esa escena, de estar escuchando embelesada desde mi pupitre cada palabra…

Recreando en mi mente una imagen. Un triste cementerio en el que montones de lápidas se ahogan silenciosamente entre hambrientos hierbajos. Lápidas esculpidas, adornadas con un nombre grabado. Un nombre que el viento va arrancando a embestidas, para llevárselo consigo a ninguna parte.

Y es que, ¿qué es cada una de nuestras vidas al convertirse en muerte sino un nombre perdido entre el tumulto de otros miles? Nos recordarán, sí. Por ser más listos o más bobos, por haber aportado algo a la humanidad o por haber fracasado en el intento. Pero con el paso de los días, de los meses, de los años, los que en un momento pudieron habernos recordado se pasarán a nuestro lado. Y entonces sí, ya sólo seremos unas pocas cenizas con un nombre.

Entonces ya estaremos allá, allá lejos… donde habite el olvido.

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