domingo, 26 de abril de 2009

No es otra más de caballeros




Un musical divertido, lleno de colorido, buenos actores y decorados minuciosamente elaborados que van cambiando constantemente durante dos horas y cuarto al ritmo de alegres canciones, dando vida al teatro. Cedida por los Monty Python’s, dirigida por Tricicle y ambientada en la Edad Media, Spamalot representa la búsqueda del Santo Grial por parte del rey Arturo y sus inseparables caballeros.

Antes de verla, podría parecer infantil: caballeros rechonchos, una princesa del lago, vacas de goma y conejos de peluche plasmados en portada. Incluso ya uno en su asiento, al echar un vistazo a su alrededor y ver una cincuentena de niños inquietos medio-sentados, medio-de-pie, esperando impacientes el comienzo de la función, podría pensar que se ha equivocado de lugar. Nada más lejos; de infantil, cero.

Ya al poco rato de empezar, salen a escena un cura y una monja que, simulando estar enamorados, bailan de forma escandalosa, haciendo piruetas por todo el escenario y dejando al descubierto entre salto y salto su ropa interior. No es el único momento en el que se pretende caricaturizar a la Iglesia. A mitad de la obra, un cura (diferente al anterior) se pasea por las calles de una aldea con una bolsita entre sus manos pidiendo “que alguien le eche una mano a los pobres”, a lo que uno de los caballeros responde arrancándose una mano y poniéndola en la bolsa. Pero aquí no acaba el sarcasmo, pues el momento más crítico de todos viene al final, cuando el rey Arturo lee en la Biblia las instrucciones sobre cómo quitarle la anilla a una granada. Una crítica tras otra a la religión, huella inconfundible de los Monty Python’s.


No creo que los niños entiendan tales escenas, ni tampoco porqué de repente uno de los caballeros aparece en cueros, tan solo tapado por un minúsculo tanga de lentejuelas que reza la palabra “Lanzelot”; como tampoco que adivinen porqué las bailarinas, cada una con una letra de la palabra “Camelot” pintada en su pecho, al juntarse forman, erróneamente, la expresión “t la come”.

No, definitivamente no creo que los más pequeños entendieran demasiado. Supongo que se quedaron con los disfraces llamativos, la melodía de las canciones y con los graciosos animalillos que daban saltos por el escenario. Aún así, a pocos niños oí reír; lo que sí vi fue a más padres preocupados.

Una obra muy crítica sí, pero a mí me gustó. De vez en cuando va bien que el arte nos despierte el espíritu inconformista que tenemos dentro, casi siempre callado, durmiendo.

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Links de interés:



Véase también la película de los Monty Python’s “La vida de Brian”: http://www.youtube.com/watch?v=y40fXnVCmhI



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